lunes, 23 de marzo de 2009

Artículos para la reflexión

Ganas dan de preguntar: ¿es que, mientras le aticen “sólo” a los estudiantes, no hay problema? Claro, hombre, la barbarie policial y la represión a hostia limpia de una protesta legítima son lo más natural, cómo no[...]

Sólo a estudiantes, Rafael Reig.


si la orden final la dio el conseller Saura, que asuma su responsabilidad y dimita, si no fue así, que haga limpieza.

¿Quién pagará por la violencia policial en Barcelona?, Jordi Calvo.


Lo peor que puede pasar ahora es que las autoridades se enroquen en su castillo considerando que los críticos, estudiantes y profesores, están desinformados o simplemente tienen ganas de armar lío.

¿De qué Plan Bolonia hablamos?, Francisco Fernández Buey.


Fuimos agredidos por hombres genéricos vestidos de azul, que demostraron nuevamente el axioma de que la cabeza del hombre es mucho más ligera bajo un casco.

Del gris al azul: así trató la policía a los estudiantes en Barcelona, Ángel Ferrero y Édgar Manjarín.



Si el Círculo de Empresarios o la Organización Mundial del Comercio emiten comunicados y declaraciones sobre el papel que debería tener la educación universitaria ¿por qué no pueden hacerlo los activistas de movimientos sociales o los ciudadanos corrientes?

“Bolonia” y el derecho a la protesta: algunos apuntes sobre la forma y el fondo, Gerardo Pisarello







jueves, 30 de octubre de 2008

Teoría y práctica del penisbanging

(Traducción aproximada)

Alguien ligeramente prejuicioso podría decir que esto es un truco de hard rock. Y eso es lo que es. Ningún rapero debe probarlo, parecería un estúpido [más aún, si cabe, N.d.T]. En vez de eso, pon tu disco chichero favorito, reúnete con los colegas y desmelenarsus. Bajáos los pantalones y convulsionad vuestra cabeza y rabo al mismo tiempo para aumentar la impresión. La meta es darse con el cimbrel en la frente y que suene. Si parece que el miembro es demasiado corto simplemente prueba de nuevo pero más rápido. El ciruelo es flexible y la fuerza centrífuga es potente.

Pasos:

1.- Coge un pene (a ser posible el propio) y pon música con riffs jebis y dobles bombos.

2.- Ábrete de patas.

3.- Balancea el rabo p'alante y p'atrás de acuerdo con la música. Una buena tranca y plenitud de vello púbico aumentan la impresión.

Más en:
http://www.dick-tricks.com/

PS: Ya no hay más, por lo visto.

domingo, 19 de octubre de 2008

Panoptikadas (I)

Foucault compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamadas "Panopticón" de Jeremy Bentham (que nunca fue construida, pero sí fue tomada en cuenta): en el panopticón, un solo guardia puede vigilar a muchos prisioneros mientras el guardia no puede ser visto. El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que "la visibilidad es una trampa". Es a través de esta óptica de vigilancia, dice Foucault, que la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento (términos que Foucault considera tan íntimamente ligados que con frecuencia habla del concepto "poder-conocimiento"). Foucault sugiere que por todos los niveles de la sociedad moderna existe un tipo de 'prisión continua', desde las cárceles de máxima seguridad, trabajadores sociales, la policía, los maestros, hasta nuestro trabajo diario y vida cotidiana. Todo está conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de la 'normalización'.

jueves, 9 de octubre de 2008

Sin comerlo y apenas bebiéndolo

Martes.

Temprano. Extremadamente temprano. Tras dormir aproximadamente hora-horaymedia en un sofá, sabiendo que es lo más cómodo que mis posaderas conocerán en dos días, y tras una de esas duchas en casa ajena que te hacen sentir incómodo durante la fase de secado con toalla desconocida, partimos hacia la zona de acción. Paramos en la gasolinera del barrio, y desayunamos antes de ayunar. Zumo, Pantera Rosa (cuánto tiempo sin verte...) y Donuts de chocolá. Aunque piensas que a esas horas aún no han puesto las calles, la Ronda va a petar. Escuchamos en la radio que la leche de yegua contiene 4º de alcohol. Habrá que conseguir de eso, pienso.

Llegamos a la zona cero. El sol apenas ha entreabierto los párpados y nosotros ya estamos dando por el saco colgando pancartas, carteles y demás. Una chica de color, del personal de limpieza, nos mira sorprendida desde dentro del local. Será la primera de muchas y lo sabemos: lo que vamos a hacer no se ve todos los días. Cuando está todo listo, y sin poder ocultar los nervios, damos por finalizada la fase A mediante cadenas y candados. A partir de entonces, el cemento como parquet, la baldosa como silla y la viga de detrás como respaldo configuran mi nuevo pisito, con vistas al Tram, un jardincito de árboles callejeros y la facultad de Bellas Artes, con sus no menos Bellas Estudiantas. Y la cadena, con su candado, como cinturón de seguridad. Esto va a ser más largo de lo que parece.


A nuestra izquierda, los vecinos de la viga 1 (en la foto), separados por la puerta del comedor. Tienen cadena para ellos solos y mucho más margen de movimiento, una matera con agua fresca y megáfono. A nuestra derecha, los vecinos de la viga 3, atados con la misma cadena que nosotros. Es un problema, pues a la que intentas levantarte estiras el peso del vecino. Encima nuestro la pancarta. "La UB ens mata de gana", firmado AEP. Espero que no lleguemos a tanto.


Las primeras horas transcurren sin demasiada gracia. Saludamos al Tram, que cada pocos minutos nos observa cargado de ojos indiferentes y expresiones taciturnas. Al cabo de un buen rato la gente empieza a curiosear, y por lo tanto, a firmar el manifiesto que tenemos delante nuestro. Intento amenizar la estancia con un improvisado hilo musical mediante el móvil y el megáfono: las Valkirias de Wagner, la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvórak y un melancólico violín de Mendelssohn se repiten una y otra vez a lo largo del Campus, hasta que mis compañeros de piso se hartan.

Aún sin noticias del hambre que más tarde nos acosará, empieza el principal problema de nuestra situación: la evacuación de líquidos. Conseguimos una botella de litro de Cacaolat e intento desvirgarla. Se hace tremendamente complicado, pero me doy por satisfecho. Con el paso de las horas, y tras profanarla varias veces entre todos, descartamos la presente por la estrechez de su abertura. Nuestros cuidadores (me siento como un anciano atado a la cama de la residencia) adquieren varias botellas opacas de leche, de litro y medio de capacidad y varios milímetros más de puerta de entrada. Esto pinta mejor. Si bien mis vecinos sólo pueden miccionar de pie (los del 1º, mi compañero de piso y el del 3º2ª de cara a la viga, el del 3ª1ª bajo el pantalón), yo logro desarrollar una manera más original. Con el saco de dormir por encima, sentado. La bautizo como técnica del "mantón" (por el saco, para dar intimidad) y el "tantra", por la ejercitación contínua de los músculos que controlan los esfínteres, técnica que permite vaciar la vejiga sin la fuerza de gravedad que propicia la posición vertical. Por lo menos sirve para echarnos unas risas.

Vienen las primeras visitas, después de conseguir tropecientas firmas. Colegas que vienen a hacernos compañía, el sol, que ya no tiene que pedir permiso a los árboles para mirarnos a la cara, y los medios. "Peridoistas, puaj". Pese a ser del gremio, no les tengo mucha simpatía. Por lo menos alguno es majete (Localia TV). Me pregunta cómo lo llevamos, qué hacemos para matar el rato. Le enseño a la cámara mi colección de lectura escogida para la hazaña: Bukowski, Aldous Huxley y el libro de Jordi Foz, un colega recién nacido en el mundo de la poesía profesional. Lo que ni la cámara ni yo sabemos es que apenas tocaré los dichosos libros, pues se me hace imposible concentrarme, sin movilidad alguna, en incómoda posición y con el hambre acechando.


Hora de comer: el olorcillo de la cocina se escapa, casi a propósito, por las ventanas que tenemos encima, desquiciando nuestro sentido del olfato. De momento son pocas horas, pero las justas para empezar a revolvernos el estómago, que no entiende porqué aún no tiene visitas. El tabaco, un cigarro tras otro, es lo único que le damos al cuerpo, a parte de algún buchito de agua de vez en cuando. El dolor de cabeza empieza a hacerse casi familiar. No sabía que tendría que aguantarlo hasta la mañana siguiente, y no le doy importancia.

Las horas transcurren en un orden indefinido. El tiempo pierde su importancia cotidiana para pasar a convertirse en enemigo, pues su lentitud nos afecta en sobremanera. Tras varios gritos, infintos Tram's, cientos de firmas, miles de ojos curiosos y preciosas nínfulas adolescentes desfilando por la acera de enfrente, llega el atardecer. Los vecinos del tercero han abandonado el pisito y se pasean, aún atados al menda, por el trozo de asfalto que configura nuestro patio, o hall. Pasamos el rato jugando a cartas, intentando dormir, fumando más que nunca y violando de vez en cuando a nuestra botella de leche-orinal.

Sin comerlo ni beberlo, y nunca mejor dicho, llega la noche. Media docena de tiendas de campaña ocupan nuestro jardincito urbano, según dicen, en solidaridad. Se produce una escena risible, casi de película de Woody Allen: mientras la Guardia Urbana nos identifica y nos indica, amablemente, que nos olvidemos de acampar allí, un cabreado electricista instala el punto de luz donde conectaremos el equipo de música que amenizará la velada. Los pitufillos, ante semejante panorama, deciden dejarnos en paz, tras lo que la cerveza y los canutos bailan al son de la música de Fito ante nosotros. Los vecinos del 3º, junto con algún espontáneo, se vienen a la viga del segundo para jugar al Trivial que un compañero nos ha traído para pasar el rato. Jugar al Trivial por parejas es interminable, y la incipiente lluvia nos disuade de seguir intentándolo. Hacia la medianoche, y ya con un chirimiri preocupante, se acabó la música, el Trivial y el cachondeo.

Miércoles.

Optamos por mudarnos a la entrada de la Facultad, en la acera de enfrente, eso sí, no antes de haber intentado jugar a volley con un balón de rugby, algo imposible, aviso. Tras instalar el chiringuito en varias zonas, y con un cabreo alimentado por el hambre, el cansancio y nuestro viejo conocido dolor de cabeza, decido intentar dormir. No aydan pero que nada las voces de nuestros compañeros de acampada jugando a un indeterminado capitalista-mentiroso, pero al final lo consigo. A eso de las 5:30 de la madrugada, la estridente voz del encargado de seguridad nos obliga a mudarnos de nuevo al patio de las vigas, así que acabo durmiendo al raso. Un par de horas más tarde, la lluvia en mi careto pálido y las órdenes de la jefa del campamento nos instan a regresar a las respecivas posiciones en las vigas. 24 horas sin comer.

El nuevo día avanza parecido al anterior, pero sin visitas de colegas ni medios (excepto BTV, que se preocupan por nuestro estado). Montamos el chiringuito de las firmas y demás y regresamos a la rutina del megáfono, el dar pena sólo de vernos, la batalla del fumar constantemente para inhibir el hambre versus el desfile de olorcillos de la cocina.

Finalmente, y para no dar más el coñazo, la lluvia (otra vez) nos condiciona el plan. Tras un Trivial bajo una mesa sin vencedor, y ante el mojamiento general, decidimos terminar el paripé a las 16:45 de la tarde del miércoles. Nos libramos de las cadenas, de la botella de leche, empacamos el equipaje de vagabundos y nos dirigimos al gran banquete. Tras gastarnos 30 euros en Mercadona, saciamos nuestro hambre a base de bollitos con chocolate, patatas fritas, pasta precocinada y eclécticos zumos de frutas. Engullimos todo a la vez, lo que provoca una taquicardia preocupante. Tras morir en el sofá del local, nos despedimos y cada uno a su casa.

Manzanilla, dormir en una cama de verdad.

Fin de la historia.

sábado, 27 de septiembre de 2008

domingo, 21 de septiembre de 2008

No hay mal que por bien no venga

Ciertamente esta sentencia adquiere toda su plenitud semántica y pragmática después de una semana de hacinamiento caseril por culpa de un desafortunado accidente bicingero. Si bien el aspecto de mi rodilla izquierda recuerda vagamente al volumen de un melón francés, incluso después de extraerme medio vaso de líquido solterón (científicamente sinovial, a huevo para el chiste malo marca de la casa), no puedo decir que las consecuencias para mi particular registro audiovisual sean igual de desastrosas, aunque sí para el balance económico de mi cartilla de ahorros, pues por culpa del innato perrerismo que me acompaña he dicho adiós a una importante suma de money (ábrase en nueva ventana/pestaña para degustación sonora).

En libros: Finalizado "El arte de ensoñar", de Carlos Castaneda. Último libro que publicó, donde se relatan las técnicas del indio yaqui Don Juan para acceder a distintos mundos y niveles de percepción a través del manejo de los sueños. Tremendamente recomendado para mentes capaces de dejar atrás la racionalidad de la vida cotidianda y abrir las compuertas de lo extrasensorial. En proceso "Las voces del desierto", de Marlo Morgan. Descripción autobiográfica del viaje que la autora efectuó por el inhóspito desierto australiano, Outback, en compañía de una de las pocas tribus aborígenes que quedan. Se detalla el modus vivendi de dicha tribu, y de momento no pinta nada mal. En lista de espera "El maestro y Margarita", por Mijaíl Bulgákov. Según se dice, obra maestra de la literatura mística rusa del siglo XX.

En música: Degustación hasta la saciedad del enorme "Still Life" de Opeth, uno de los mejores álbumes de los suecos, con ese pedazo de tema acústico titulado Benighted (ciérrese el tema de Pink Floyd y sustitúyase por éste). Hastío orgásmico de la mano del mejor compositor de bandas sonoras para cine Hans Zimmerman y la música de Batman 2: A Dark Knight. Por si fuera poco, embriagamiento audiovisual con una orquesta sinfónica italiana interpretando la Sinfonía nº 4 de Antonín Dvorak, cuyo cuarto movimiento sigue poniéndome los pelos como escarpias y el miembro de cemento armado.

En películas: Reencuentro con el genio Stanley Kubrick y su "Chaqueta Metálica", digna de ser considerada uno de los mejores retratos del horror de la guerra junto con su no menos apoteósica "Apocalypse Now". Descubrimiento de la ópera prima de Christopher Nolan "Memento", una de esas obras que no deja indiferente a nadie por su trama, ritmo y peculiar composición. Siguiendo con grandes pelis "Barfly", o "El borracho", apadrinada de Coppola y con guión de Charles Bukowski, basada en el personaje-alter ego del mismo Henry Chinaski, todo un antihéroe con grandes dosis de filosofía de bareto y humor del burro. Para acabar, defecación estelar con el último bodrio de estreno "Wanted". Lo único que vale la pena es Angelina Jolie como sus padres la trajeron al mundo y una buena dosis de efectos especiales.

Y para acabar, series: Por increíble que parezca, increíble empacho de la adictiva "Lost" en tiempo récord (4 temporadas en una semana) y primer capítulo de la quinta temporada de "House", eso sí, en una dificilísima de seguir versión original subtitulada con el culo.

No puedo decir que haya malgastado el tiempo, más bien lo he desperdiciado. Pero ha valido la pena.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿Te crees moderno/a por tener un iPod?

Si la respuesta es sí, e incluso si no tienes iPod de los cojones, como el menda, igual te interesa saber que tiene más años que el cagar sentado. Bueno, quizá exagero, pero lo cierto es que ni Steve jobs ni Apple han inventado nada nuevo.

Un tipo que pasará a la historia por ser un poco pringado es Kane Kramer. Este buen hombre se dedicó a inventar cosas que luego ni podía pagar para patentarlas. Es el caso del primer antepasado del popular iPod, llamado IXI: ideado en 1979 y con una capacidad hipotética de almacenamiento de 3 minutos y medio de música. Igual suficiente para Napalm Death o Nasum, pero en aquellos años los chips no daban para más. Tal y como leemos en Baquía.com (no os engaño, la fuente de esta entrada): Kramer tuvo su idea en suspenso durante varios años, pero en 1988 se vio incapaz de reunir las 60.000 libras necesarias para renovar la patente en 120 países, por lo que ésta pasó a ser de libre disposición.

Claro, llega Mr. Jobs, coge la idea y se forra. Y para más inri, al pobre Kramer lo único que le dan es un mísero iPod, que se le jodió en ocho meses. Vamos, que ni trasto, ni pasta.

¿Lo véis, niños y niñas? Las patentes son maaaalas...para el que no puede pagarlas, claro.